
En este momento, debería estar en un hospital, a punto de dar a luz a mi hija Alma.
Pero en lugar de eso, estoy en una ciudad remota de Canadá llamada Kamloops, dándole vida —no a un bebé— sino a este proyecto que también nace del amor.
Esta historia tiene muchas capas, pero no la de “súper mamá”.
O al menos no aquí, en la Tierra.
El 13 de octubre de 2024 me hice una prueba de embarazo. Las dos rayitas que tanto había soñado aparecieron al instante. Un mes exacto después, el 13 de noviembre, nos enteramos de la pérdida de mi bebé luego de no haber podido escuchar su corazón en la primera ecografía. Y así, sin previo aviso, la maternidad me abrió la puerta al duelo.
Nunca he sido supersticiosa con la carga negativa de los números, pero admito que el 13 ahora tiene historia en mi vida.
También un 13 celebraba una relación pasada que terminó en desastre —mis amigas decían que esa fecha era digna de película de terror. Y sí, lo fue. Pero ese final me trajo a Ñaca, el amor de mi vida.
Y aunque el 13 de noviembre me rompió el corazón, también me abrió un canal profundo de sanación.
De eso escribiré en otra entrada.
Por ahora solo te digo que mi hija —Alma— hoy brilla con más sentido que nunca. Incluso, ahora siempre escibro Alma con la A en mayúscula porque no solo fue su nombre. Fue el impacto profundo que dejó en mi propia Alma, en la de mi esposo, y en muchas otras que vendrán.
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En medio del duelo gestacional, una amiga muy especial (llamada Laura, aunque “Ángel” le quedaría mejor), nos regaló una terapia artística en pareja. Un regalo sagrado. En esa sesión, la terapeuta nos dijo algo que aún resuena en mi cuerpo:
“El 17 de junio, creen vida. Su cuerpo, su mente y su corazón, que se prepararon para un embarazo de nueve meses, necesitan entender que ese ciclo se honra con un cierre.”
Nos sugirió sembrar una planta, hacer un viaje o empezar un proyecto. La planta quedó descartada al instante —ellas y yo no tenemos el mejor historial (he comprobado que maternar, en cualquiera de sus formas, es más complejo de lo que parece).
Y aunque el viaje y el proyecto quedaron en el aire, el Universo —que para mí está hecho de Dios, los ángeles y nuestros Equipos de Luz— se encargó de que ese cierre sucediera de forma mágica.
Tras la pérdida, planeamos un viaje a Colombia y hoy deberíamos estar allí celebrando el matrimonio de dos grandes amigos. Pero nuestros permisos no llegaron a tiempo y, como dicen por ahí, “nos quedamos atrapados” en el país que elegimos para vivir. Sí, así de irónica es la vida.
Y en medio de ese “plan que no fue”, mis papás decidieron venir a nosotros.
Sin saberlo, nos trajeron justo lo que más necesitábamos: su amor.
Tal vez hoy no están viendo a su nieta nacer en un hospital, pero sí están viendo a su hija renacer con fuerza, propósito y Esperanza (mi mamá lleva este nombre y yo le heredé el significado).
Pausa colectiva para agradecer a todos los papás y mamás que sostienen con su amor lo invisible. ✨
Y lo más chistoso —porque sí, esta historia también tiene humor y sincronías— es que estamos llorando, riendo y recordando desde Kamloops: la ciudad que jamás pensé volver a pisar.
Aquí viví en 2016 durante un intercambio universitario. Cinco meses bastaron para querer regresar a casa y también para que naciera un sueño: vivir algún día en otra ciudad de Canadá. Y hoy, entre todos los días posibles del año, pasamos este día aquí, en familia.
“Es como si el Universo me susurrara al oído: Cumpliste tu sueño de vivir en Canadá.
Y también cumplirás el de ser mamá en la Tierra.
Confía.”
Aclaro lo de “en la Tierra”, porque desde el 13 de octubre ya soy mamá.
Mamá de un Alma que decidió volar antes de nacer.
Qué mágico es Kamloops.
Qué mágicos son estos full circle moments.
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Y así, con un viaje inesperado, también nació oficialmente este portal de Mamá del Cielo.
Porque cuando inicié mi camino espiritual hace cuatro años, supe que mi propósito era ser luz. Pero jamás imaginé cómo se abriría ese camino.
Fue mi hija quien me lo mostró.
Después del aborto espontáneo, saqué una carta del oráculo Afirmaciones de Ángeles en Familia de María Botero.
Salió el Arcángel Haniel con una frase que me marcó para siempre:
“En la oscuridad, mi luz es guía para los demás.”
Allí supe que los planes del Alma de mi hija incluían acompañar a muchas mujeres, muchas mamás, muchas Almas que también han vivido la pérdida.
Y lo digo con la certeza del corazón: creo que fue su elección no llegar a este plano.
Y me siento profundamente honrada de haber sido su canal, el puente por donde cruzó un pedacito de sanación hacia el mundo.
Esto es por ti, mi estrellita fugaz.
Y esto también es para ti, que estás leyendo estas palabras.
Para recordarte que toda primavera tiene un invierno detrás.
Y que toda Alma que se va, deja semillas de luz en quien se queda.
Gracias por leerme.
Gracias por acompañarme en este espacio donde sanar es posible, y flore-ser, inevitable.
De mi Alma a la tuya,
Mamá del Cielo 👼🏻
¿Estás lista para tu flore-ser espiritual?
Mafe Bohórquez
Mamá de Alma en el día a día, y Mamá del Cielo en redes sociales. Canalizadora de ángeles, lectora de oráculos y mensajera de señales. Creo profundamente en la guía amorosa de nuestros Equipos de Luz y en el poder de las palabras para acompañar procesos de sanación y crecimiento espiritual.